Con «La isla de las últimas voces», el escritor Mikel Santiago vuelve a la lista de los más vendidos en pleno otoño literario. Y es que su trama, que arranca en una desapacible roca volcánica situada al norte de Escocia, contiene los elementos necesarios para atrapar tanto a lectores nuevos como a devotos de su maestría en el suspense y el thriller.

Del vizcaíno Mikel Santiago se han dicho y escrito muchas cosas. Que es un maestro del thriller y del suspense; que hay que leerlo como si no hubiera un mañana; que mantiene al lector atrapado hasta la última página; que toma de Patricia Higsmith el gusto por los personajes cargados de culpabilidad, los crímenes ocultos y su relación con la violencia; o que es el Stephen King español. Un ramillete de halagos que, sin duda, se ha ganado a pulso, pero que no han logrado alterar su carácter humilde y reservado de cara a los medios y la opinión pública. Y es que Mikel Santiago es como los buenos directores de teatro. Capaz de extraer todo el potencial de la historia que se trae entre manos —por encima de todo permite que sus actores hagan lo que mejor saben hacer: actuar sin unas reglas fijas—, y mantenerse en la última butaca, anónimo y expectante, mientras el público aplaude de pie tras disfrutar del estreno.

De Hitchcock a Katzenbach

Esa es quizás la mejor virtud de este nuevo fenómeno de las letras españoles: su generosidad para con los personajes. Pues en ninguna de sus novelas estos ven cercenadas sus dudas ni sus complejos, ni por supuesto su lenguaje, que algunas veces puede resultar chocante. Por el contrario, los protagonistas de sus novelas son libres para reír, llorar o escupir insultos, y todo con una naturalidad apabullante. Pero es que además de eso, y partiendo de unos buenos ingredientes propios de la novela negra, el cine de Hitchcock y el terror psicológico de John Katzenbach, el autor de Portugalete nos regala unas tramas donde lo más importante no es el cuando ni el por qué, sino el «cómo». Diestro en el arte de ‘sacudir’ a sus lectores, con «La última noche en Tremore Beach», Santiago confirmó que el thriller español no sólo se halla en su mejor momento, sino que posee todo lo necesario para competir en el mercado norteamericano e incluso triunfar. No en vano la mayor parte de sus escenarios, la ambientación y los personajes destilan aroma anglosajón por los cuatro costados, seguramente por el apego que el escritor le tiene a países como Irlanda, donde ha residido. Tras sorprender a propios extraños con su ópera prima y llevarnos casi en volandas hacia «El mal camino», Mikel Santiago dio un giro de tuerca en su tercera propuesta, publicada en la campaña estival de 2017. Así, «El extraño verano de Tom Harvey» dejaba de lado el terror para adentrarse en el terreno del «whodunit» o «quién-lo-hizo», en claro homenaje a la dama del misterio Agatha Christie. Un libro sumamente interesante cuya trama se ubica en la Costa Azul y que, si bien encandiló a la mayoría de sus lectores —entre los que me incluyo, por supuesto—, le alejó en cierta medida de sus atmósferas de cabecera. Algo que en «La isla de las últimas voces» parece ponerle remedio.

Una isla en los confines de Europa

Así, en su cuarta aventura con Ediciones B, el escritor vasco nos propone un juego de intriga de lo más sugerente. Para empezar, el escenario vuelve a situarse en los confines de Europa, concretamente en un archipiélago del Atlántico norte situado al oeste de las Hébridas y considerado la parte más aislada de las islas británicas. St. Kilda lleva por nombre, y su aspecto de roca volcánica, ignota, fría y desapacible no puede sentarle mejor a la historia. En ella, Santiago dispone las piezas como en una partida de ajedrez. De un lado Amelia, una anciana de origen escocés que regenta el único hotel de la zona y a quien ayuda Carmen, española en la treintena que llegó hasta allí con una tragedia a sus espaldas y cuyo estado sentimental se podría calificar de «complicado». De otro lado Charlie Lomax, enviado desde Edimburgo para realizar un informe sobre los desperfectos provocados por la última gran tormenta. Y junto a ellos Bram Logan, un hippie de la vieja escuela que vive alejado de todos… menos de Amelia. Tanto ellos como el resto de pobladores de St. Kilda —el alcalde, la propietaria del bar de copas, el sheriff y un puñado de pescadores y sus familias— se verán sorprendidos en plenas vacaciones de Navidad con un regalo inesperado que cambiará sus vidas. No es otra cosa que «La Caja», un misterioso contenedor de metal con material secreto en su interior que llega a la isla tras un accidente aéreo y que, por cierto, no viene solo. Uno de sus responsables, el oficial del ejército Dave Dupree, logra sobrevivir a duras penas, convirtiéndose en una de las claves del misterio. En suma, «La isla de las últimas voces» es el regreso por la puerta grande de un autor que ya ha sido publicado en veinte países y cuyo sello personal deslumbra en cada párrafo y en cada personaje. Ritmo vertiginoso, escenas de acción y sangre, música, sustos, gaviotas y un punto necesario de introspección conforman este atrayente cóctel de 554 páginas, que no debes perderte por nada del mundo.