¿En qué época y lugar se documenta la primera aparición de un espectro? ¿Qué aspecto tenía? ¿Quién logró «darle caza»? ¿Qué famoso historiador recogió este relato? Acompáñenme a descubrirlo.

Atenas, siglo I. Plinio el Joven, abogado, escritor y científico romano nacido en el año 61 d.C., escribe una carta al cónsul Lucio Licinio Sura, amigo personal de los emperadores Trajano y Adriano, y al que algunos historiadores relacionan con Itálica (Sevilla). En la misiva le narra una serie de sucesos acaecidos en una mansión ateniense de la que todos los inquilinos huyen despavoridos. El testimonio, proporcionado por alguien de su máxima confianza, revela ruido de cadenas y la aparición de una figura fantasmal en medio de la noche.

Asimismo cuenta cómo Atenodoro de Tarso, un filósofo estoico que fue maestro del mismísimo Octavio Augusto, decidió alquilar la casa sorprendido por su bajo precio y la atrayente historia del «fantasma», al que de inmediato decidió investigar.

Esa primera noche, el sabio decidió prepararse a conciencia. Para ello ordenó a sus sirvientes que colocaran la cama en la parte delantera de la casa, y que le dejaran solo. Seguidamente se pertrechó tras una lámpara y unas tablillas y se puso a escribir. Su plan consistía en permanecer despierto toda la noche, atento a todo lo que pudiera ocurrir, de ahí que la escritura fuese el mejor entretenimiento para no rendirse ante el sueño.

Tal como le habían relatado, en mitad de la madrugada, Atenodoro escuchó el ruido de las cadenas y seguidamente el fantasma se presentó ante él. Este tenía el aspecto de un hombre anciano, cuya piel demacrada, luenga barba y grilletes en manos y pies, helaban la sangre.

Viendo cómo el espíritu, que vestía una túnica blanca, le hacía señales para que le siguiera, el filósofo respiró profundamente y, tomando una lámpara, fue tras él hasta el patio de la casa, donde, tras detenerse de golpe y mirarlo fijamente, se desvaneció en la nada.

Al día siguiente, Atenodoro se puso en contacto con las autoridades de la ciudad, quienes, tras escuchar lo sucedido, decidieron cavar en el sitio donde había desaparecido el fantasma. Allí encontraron los restos ya muy descompuestos de un hombre con grilletes y cadenas.

Tras retirar los huesos de la mansión y darle sepultura según el rito romano, el espíritu no volvió a aparecerse nunca más, si bien sus características pasaron a formar parte de la iconografía tradicional de los fantasmas, difundidas especialmente en el XIX: sábana, grilletes y cadenas.